sábado, 14 de febrero de 2009

Hoy esun día especial a la aCAmpana!!con Benjita


Hoy es un día especial, muchos matices tienen los conceptos y en verdad el dolor es uno de los rasgos y cantos más estremecedores dentro de lo que significa amar, hace días quería compartir estas palabras, aquí están, acabo de transcribirlas para quien las valore.
Especial significado tienen estas frases ya que en un par de horas más estaremos si todo sale bien, en el parque regional junto a mi niña, mi hermanito y mi niño hermoso que con sus seis años irá por vez primera al sector de Granizo en el jardín de nuestra región, mi querido campana, ideas hay muchas, pero las razones y lo que venga en estos tres días serán unos tremendos regalos para este gran año que ha comenzado hace unas semanas.

Cariños para los que quieran recibirlos, de este cara de Cougar que quiere llegar a ser un gran hombre junto a los que más ama.

Ahí el texto:
Sacado de la revista de EL MERCURIO
SABADO
Nº 532 del 29 de noviembre de 2008

Cristián Warnken escribe para esta revista su duelo personal, a un año de la muerte de su hijo Clemente. En este escribe un texto inédito que resume su duelo de hoy. Escrito desde el corazón, su jardín y la poesía.

Amanece. Escucho a los primeros pájaros cantar en mi jardín. Hay uno especialmente, que cautiva mi atención. No pareciera que estuviera comunicándose con otro pájaro, o con la hembra o alertando de algún peligro. No. Está simplemente cantando. Su canto es puro. Me conmueve la intensidad y persistencia con que canta cerca de mi ventana.En Japón hay un pájaro, Jototoguisu (que se lee en cantares chinos shikki), cuya garganta se desgarra cada vez que canta. Se le va la vida en el canto

Para oídos macillados
Con prédicas y sermones
El jototoguisu
(Masaoka Shiki, poeta japonés – 1867 - 1902)

Cansado de quienes venían a predicarle o sermonearle en su lecho agónico, el poeta prefiere escuchar el canto del pájaro, que le dice más que todas las ideas hechas, que todos los consejos, que todos los consuelos discursivos que salen de la boca de lso hombres, palabrerías que “mancillan” el oído del que sufre.

Hace un año murió mi hijo Clemente. Y todas las palabras, especialmente las que yo mismo he dicho, me parecen gastadas, sobran.
Mancillan la sagrada zona muda del dolor. Son sólo expresiones de diversos “yo” (del que dice) para ocultar la verdad. ¿Y cuál es la verdad? La verdad no se dice en discursos, no está l aoferta de ideas hechas para calmar el dolor de la pérdida y que nuestra cultura y bnosotros mismos hemos ido elaborando como estrategia de sobrevivencia legítima, por cierto ante un dolor (el provocado por la muerte de un hijo) que todos sabemos imposible. Todo eso que Rilke llamó tan acertadamente “el mercado del consuelo”.
No son lo slibros de autoayuda sobre el duelo los que me responderán dónde está mi hijo. No son la sprédicas cansadas las que me darán una certeza. No son mis escritos los que tocarán lo indecible.
Por eso escucho con tanta atención, todas las mañanas, el primer canto de lso pájaros en mi jardín. Como si ese canto pudiera calmar esa sed de respuestas que oscurece mis venas, y no me deja dormir; porque el insomnio llega antes que el canto de los pájaros a mi cama, desde hace un año.

Todo lo que he perdido
Volverá con las aves
(Jorge Guillén, poeta español)


Cuando volverá mi hijo ¿Qué pájaros se posan sobre su tumba? Yo no he querido ir a su tumba todavía, pero a veces siento que el pájaro que canta con tanta insistencia en mi ventana es el mismo que se posa levemente sobre su fría lápida, y que viene a dejarme semillas que yo no sé descifrar.
Sabemos tan poco de los pájaros. Y creemos saber tanto de todo, y nos llenamos l aboca con la palabra “Dios”, “sentido”, “sin sentido”, “trascendencia”, “nada”, abstracciones que suenan vacías al lado del canto de los pájaros, tan puro, que no necesita explicaciones.
Cada vez que escucho explicaciones, sé que ahí no está la verdad, porque la verdad no está en las explicaciones, sino en el canto de los pájaros.
Si hubiera un pájaro predicador, yo escucharía atentamente su sermón. Porque no me traería palabras para calmar o darle sentido a mi dolor, sino un canto que es sin porqué.
Como la rosa que florece porque florece. Los pájaros y las flores dialogan entre ellos con la elocuencia de la gratitud que nosotros perdimos. A veces siento que en esas conversaciones y cuchilleos sutiles de mi jardín se están diciendo cosas importantes sobre mi hijo. El país adonde partió. Cómo está.Si tuvo miedo, si se siente solo, si duerme o siempre está despierto, si sueña con nosotros, que no dormimos atravesados todavía por el dolor de su partida.
Esperamos tanto de los libros, de los predicadores de cualquier signo, de nuestras propias palabras y discursos gastados, y sabemos tan poco de nuestro propio jardín. Y ahí está todo. La luz de mediodía, la estrellas derramándose en las noches inmensas. Ahí jugaba mi hijo. Ahí murió. En este jardín donde revoloteaban los picaflores en el gozo de las lavandas.
Recuerdo que meses antes que partiera, su jermano mayor encontró el cadáver de un pájaro detrás de unos matorrales. Lloraba desconsoladamente y yo trataba de explicarle –con palabras torpes – el sentido de la vida, de la muerte, de los cilcos de la vida…. Clemente me miraba, tranquilo, con una serenidad inquietante, nimbado de esa luz que siempre lo rodeaba, que manaba de él como una fuente propia.

Sí, tu niñez,
Ya fábula de fuentes
(Jorge Guillén, poeta español)


Semanas después sería su cuerpo leve el que llevaríamos en nuestros brazos, muerto.
El está con los pájaros. Y no en las palabras, ni en lo que digamos sobre la muerte y la vida. Decimos para domesticar, para fijar, decimos como el que guarda pájaros en una jaula, y se solaza (distrae) mirando el ave prisionera. Nuestras ideas hechas, nuestros consuelos gastados, son jaulas donde mueren los pájaros de tedio y tristeza. Los pájaros que cantan no tienen hogar ni viven en jaulas, y dicen lo que no sabemos escuchar.
¿Hay seres más semejantes entre sí que los niños y los pájaros?
Ver un niño muerto –como yo vi a mi hijo tendido e iluminado por el sol del mediodía sobre la camilla en la clínica – duele tanto como ver el cuerpo de un pájaro muerto sobre el pavimento. Quien no ha visto el cuerpo de un niño apenas niño muerto en sus brazos que no teorice sobre el dolor y la muerte, que no predique. Que calle y salga al jardín a escuchar.
Yo, desde que perdí a mi hijo, solo escucho a los niños, a los pájaros y a los que se les va la vida en el canto.
Lo demás son opiniones, discursos, prédicas, pero la vida y l amuerte no tienen que ver con las opiniones, los discursos y las prédicas, que mancillan el canto o el silencio.

Alzabas los brazos como alas
Y dabas nueva vida al viento
Corriendo en el peso del aire inmóvil
Nadie jamás vio posar
Tu ligero pie de danza
()Giuseppe Ungaretti, poeta italiano)


Es Guiseppe Ungaretti el que está cantando la muerte de su hijo de 9 años en el libro “Il Dolore”. El padre hecha a volar sus palabras para que vayan tras su hijo “y vuelen tan alto, tan alto, que le den a la caza alcance”
No se puede hablar sobre el dolor por la muerte de un hijo como se habla del estado del tiempo, la baja de las acciones en la bolsa, los últimos resultados del fútbol. Para eso están los opinólogos, a los que no se les va la vida en su opinión. Hablar “sobre” es opinar- Hablar “desde” es cantar. El que canta, arriesga su vida en el canto.
¿Has visto cómo te miran los niños muy pequeños cuándo uno los sermonea con discursos abstractos? ¿Y haz visto como se calman los niños cuando unos les canta? Los niños muertos siguen siendo niños, y si nuestras palabras no son puras, los niños muertos no vendrán a nuestro jardín a escucharnos. Una palabra de más los dispersaría en la noche. Porque neustras palabras son piedras.
Un niño muerto no soporta que lo llenen de palabras.
Hay que ir a buscar semillas a las tumbas de nuestros niños muertos. Pero hay que ir con los pájaros. Nuestras pisadas pueden ahuyentar a los que partieron antes, acunados ahora por el viento y la luz.
Todo lo más importante sucede en nuestro jardín. Y lo más importante es cuando nace un niño. Siempre se trata de eso. De niños que nacen, que llegan, como visitas inesperadas, como fantasmas de otra parte, mejor que ésta.

Es más travieso que el río
Y más suave que la loma:
Es mejor el hijo mío
Que este mundo que se asoma
(Gabriela Mistral)


Es tan absurdo hablarles a seres más traviesos que ríos, más suaves que lomas. De tan puros, uno siente que no tenemos los gestos apropiados para acunarlos, la delicadeza exacta. Nuestros abrazos son torpes. Nuestras palabras. Nuestro corazón está tan gastado, que cuando los tomamos en brazos, tenemos que reinventar para ellos nuestro amor. Y cuando tomamos en nuestros brazos sus cuerpos muertos, tenemos que reinventar el dolor.
Siempre se trata de eso. De un niño que llega de otro planeta, nos domestica y se va. Y su ausencia es tan grande, que sólo podemos colmarla con los pájaros.
Un 24 de diciembre, hace miles de años, nació un niño en un jardín de hierbas escasas y pastos ralos. Ese niño no vino con prédicas, ni discursos, ni palabras hechas. Vino con un canto en la boca, y por eso hasta los pájaros lo buscaban. Se hizo hombre, creció, pero no dejó de regalar semillas. Y los pájaros se posaban en sus hombros. Porque en los picos de los pájaros están las semillas del reino.Pero después vinieron los que administraron su canto, elaborando prédicas. Pero a ellos no se les acercan los pájaros cuando hablan.
¡Cuando veas a un hombre al que los pájaros se le posan en sus hombros, escúchalo! Es duro darse cuanta de que los pájaros huyen de nosotros cuando nos acercamos a ellos… Por eso, no prediques cuando los pájaros y los niños esten cerca de ti. Canta.
Siempre se trata de eso. De niños que llegan y se van. El 24 de diciembre del año pasado, mi niño se perdió en nuestro jardín para siempre. ¿Dije “siempre”? ¡Otra vez las palabras!. “Siempre”. “Nunca”. Cada vez que hablamos nos salen piedras duras de las boca. ¿Por qué no convertimos esas piedras en guijarros y las lanzamos al agua, y hacemos “patitos” con ellas, ondas efímeras sobre la superficie líquida?
Clemente enloquecía de felicidad cuando jugábamos a tirar piedrecitas en el agua. Qué dicha, que fiesta la de ese “ahora”, ni “siempre” ni “nunca”. Ese “ahora” en el que viven los niñosy los pájaros. Ese “ahora” que dejamos atrás para ir detrás de un “siempre” y un “nunca” que no existen sino en las palabras.
¿Para qué sirven entonces las palabras?
Para tirarlas al agua y al aire. Como juego o como canto
Siempre se trata de eso.De un niño que nace y muere en el jardín. De un niño que miramos correr como pájaro, y que quisiéramos alcanzar, pero no podemos. Y entonces sacamos nuestras jaulas para guardar a los niños y los pájaros. Hasta que viene la muerte y rompe nuestras jaulas, nuestras ideas hechas, nuestras palabras, y se lleva a los niños y a los pájaros, a la hora exacta del mediodía, ciega el aire, nos encandila, y no nos deja ver como se fugan los niños de aquí.
Yo recuerdo esa luz feroz entrando por las ventanas de la clínica, entibiando el cuerpo frío de mi hijo muerto. Yo lloraba, porque no había palabras, porque no existe una palabra precisa para nombrar a un padre que ha perdido un hijo. Sólo está esa luz del medio día cegándolo todo. La piscina vacía. El jardín vacío. ¿Dónde estaban los pájaros cuando mi hijo entró en el agua? ¿Escuchó el canto de ellos miestras se hundía en eso que no se puede nombrar, la muerte?
Yo creo que escuchó a los pájaros cantar mientras se hundía en el agua. Nosotros no lo vimos, pero los pájaros sí, pero ellos no tienen palabras, y por eso cantan, y vienen a decirnos secretos, todas las mañanas en nuestra ventana. Pero yo no les entiendo nada. No sé descifrar su canto, porque sé tan poco de los pájaros. Ni siquiera me sé sus nombres. No sé de adónde vienen y adónde van. No sé adónde se van los niños ni por qué dejan el jardín vacío y ciego por el sol del verano.
Yo sólo tengo palabras, y discursos y consuelos… pero nada de eso sirve a esa hora del alba cuando se escucha el primer canto de un pájaro en el jardín. A la hora en que un niño pensativo asciende desde el fondo del agua, y sólo podemos decir:

¡En verdad, he llorado demasiado,
Toda luna es atroz y todo sol amargo!
(Arthur rimbaud, poeta francés del siglo XIX)


Pero la culpa no la tiene el sol. Ni la luz del mediodía. La culpa la tienen las palabras. ¡No le hables a tus niños, no los llenes de palabras! Porque la muerte viene en las palabras y si no sabes un canto puro, la muerte te sorprenderá en tu jaula. Esa será tu tumba. Tu jaula de palabras.
Yo te estoy hablando desde mi jaula. Hace un año murió mi niño. Y estoy encerrado en esta jaula que yo mismo me hice. Y vienen los pájaros afuera cantan. Y yo quiero volar con ellos. Y quiero ir con ellos a buscar al que se fue tan lejos. Hace un año se fue, volando por el agua. ¿Adónde habrá llegado? Son tan rápidos los niños, y hay pájaros que emigran hacia otra estación. ¿Porqué huyó del verano?
Él se fue, yo escribo. Y así se me va la vida, en no poder cantar como los pájaros, para ir a la búsqueda de un niño perdido. Afuera de las jaulas. Tal vez está escondido como un rayo de la primera luz del alba.Sí, él es un rayo de luz tenue, tardío, que se quedó rezagado entre los matorrales del jardín, y se escondió ahí, para protegerse del sol cegador del medio día. Ese sol del verano que aplana todo, el dolor, la alegría. Tal vez está esperando en la sombra, a deshora, que alguien vaya a buscarlo, más allá de las palabras, con el canto, pero no con cualquier canto, sino con el del pájaro que sangra cuando canta, a la primera hora del alba.

Este que era un niño de cera,
Pero no era un niño de cera
Era una gavilla parada en la era
Pero no era una gavilla
Sino la flor tiesa de la maravilla
Tampoco era flor, sino que era
Un rayito de sol pegado a la vidriera
No era un rayito de sol siquiera:
Una pajita dentro mis ojos era

¡Alléguensea mirar cómo he perdido entera
En este lagrimón, mi fiesta verdadera!
(Gabriela Mistral)